LO QUE SABRÉ DE ARIADNE

Era Ariadne, sí, pero no solo Ariadne. Recitó los nombres de seguido, como si fuera una oración que un niño invoca antes de acostarse: Ariadne, Ikumi, Arawi, Ingrid, Madre, Diana. ¿Por qué recordaba esos nombres? ¿De verdad había sido esas mujeres? Y, entre todas ellas, ¿por qué Ariadne?Quizás había encontrado las primeras preguntas relevantes que hacerse, pero estaba asustada. Si recordar un nombre la había dejado tan aturdida, ¿qué dolor podría haber enterrado su memoria tras él? ¿Hasta dónde tendría que deshojar su vida para saber quién era?El camino para recuperar su biografía estaba lleno de zarzas no podía desandarlo sin lastimarse o perderse, y su imagen era solo un reflejo en los ojos de los demás. Una expectativa. Cada mirada le recordaba que el vínculo la hería. Y que nunca mantenía la distancia necesaria para permanecer.