#MaryReadSeMoja: Por una política a caraperro

Dice Carolina Meloni en la introducción a Por una política a caraperro que “si vuestro espíritu humanista está a la búsqueda de cierta comunidad reparadora y conciliadora, no lean a Vidarte. No es el filósofo que necesitan para establecer políticas de la concordia” y tiene razón porque Vidarte es un cóctel molotov que tener a mano en tiempos en los que la palabra, la amabilidad y la concordia ya no funcionan más que para hacer política viral.

Paco Vidarte fotografiado por Ángel Pantoja.

En esta selección de textos, escogidos y reunidos por Fefa Vila y Javier Sáez, amigas y compañeras de Paco, encontramos ocho textos escritos entre 1995 y 2008, que bien podría haber escrito antes de ayer, en los que Paco reflexiona sobre diversos temas que nos cruzan a todes en mayor o menor medida y desde un lugar de enunciación bastante transparente y que son de una actualidad escalofriante. 

Abre esta recolección “Cero a la izquierda”, un texto escrito en 1995 junto a Ricardo Llamas, en el que reflexiona sobre la relación entre la comunidad queer y la izquierda de hoz y martillo. Habla de esa ruptura, de ese mirar hacia otro lado históricamente por parte de la izquierda para evitar esa pluma que nada parece tener que ver con su (nuestro) martillo. Nos dice Paco que “ser marica es hacer izquierda, aunque le cueste aceptarlo al guerrillero grunge de Sierra Maestra que por macho y revolucionario no puede ser maricón”. 1995.

No hace falta viajar en el tiempo (basta con pasearse por tuiter) para ver a muchos autoproclamadOs abanderados de la izquierda negar que la lucha LGTBIQ+ tiene un componente de clase más que evidente, porque en el barrio no hay transmaribibollos. Porque parece ser que en el barrio sólo hay lugar para obrerOs con su mono azul eléctrico, aunque nos lo cuenten señores que escriben en medios nacionales desde una butaca de cuero en un despacho más grande que muchas casas y en un MacBook que bien puede costar un par de nóminas. 

Los problemas “de maricas y mujeres” parecen quedar en casa, en el cesto de la ropa sucia o en el fondo del armario. Porque si algo parece quedar claro es que hay determinadas luchas que, en público, molestan. “Distraen”.

Y es que abrir el libro con este texto es toda una declaración de intenciones porque pone encima de la mesa dos cuestiones que tenemos ahora mismo a flor de piel y que se refleja en otros dos textos de una profunda fuerza: “Armario” e “Identidad”. Ambos escritos en 1999 también con Ricardo Llamas. 

“Armario” nos habla de esa eterna lucha por parte del heteropatriarcado de mantener cualquier identidad sexual y de género no hegemónica reducida al ámbito privado, desde la propia expresión en sí hasta todo lo que esta realidad ha generado, genera y seguirá generando mientras el heteropatriarcado exista. Pensaba leyendo este capítulo cómo salir de los armarios (porque no hay uno, no se deja de salir nunca) debería estudiarse como rito de paso ya que es algo sobre lo que cualquier persona no cis/heterosexual podemos hablar. Podemos identificar todos y cada uno de los sentires de los que habla Paco en este capítulo que cierra con un maravilloso y divertido epígrafe titulado “Cómo salir del armario sin patetismos: entre la ironía y la revolución” en el que reflexiona sobre la posición que tomamos al pasar ese trámite (quien puede pasarlo). El cómo parece que pedimos permiso y cómo nos anima a dejar asomar las manitas despacio y poco a poco por la puerta para decir “verás, papá, tengo algo que contarte…” y cómo deberíamos reventar la puerta de una patada, como un Chewbacca enfurecide para decir, sin dar lugar a réplica, cómo de desviadas somos. Porque el armario es un lugar terrible, y nadie debería pedir permiso para salir de él. Escribe muy acertadamente que “dan mucha pena los niños en las cárceles, pero a nadie se le cae una lagrimita por los niños y adolescentes metidos en el armario. En fin, la hipocresía de siempre”.

Prometo que Paco es tan actual que la primera vez leí “en fin, la hipotenusa”.

Otro de los debates que están cobrando una fuerza terrible por lo falaz de su dialéctica es precisamente el del identitarismo en un texto que tiene la friolera de 22 años, y en el que reflexiona sobre la identidad y el prejuicio de una manera brillante:

“Al venir al mundo de la homosexualidad heredamos una identidad previamente constituida, una etiqueta que dice mucho sobre nosotros aunque nosotros no hayamos dicho ni hecho ninguna de esas cosas porque se nos atribuyen. Esto no es un estigma que tengamos en propiedad gays y lesbianas. Le pasa a todo el mundo: existen identidades predeterminadas acerca de todo , prejuicios que no dejan a nada ni a nadie sin clasificar. […] 

Por mucho que uno se esfuerce en dejar de ser sevillano o baturro , algo siempre queda y al hacer amigos en círculos nuevos uno se da cuenta, desolado, de que debe iniciar todo el trabajo de desmontaje del prejuicio desde el comienzo otra vez.”

¿Cómo afecta a una persona LGTBIQ+ serlo? ¿Cómo condiciona su vida en el resto de ámbitos, más allá del privado? Ya decíamos más arriba que para el heteropatriarcado es muy cómodo reducirlo al “ames a quien ames”, a.ka. “a mí con quién te acuestes no me importa, pero hazlo en tu casa”. 

Insisto, porque me parece importante: 22 años.

Nos habla Paco de la importancia de la identidad a la hora de articular estas luchas, dejando un poco de lado las medallas que, como bien dijo Tatiana Romero en la presentación del libro en Traficantes de sueños, nos colgamos por ver quién está más oprimide y empezar a articular alianzas que nos lleven a tener una fuerza devastadora a fuerza de ponernos “en la piel de Lucrecia y en los tacones de Sonia”.

“La identidad es la única forma de resistencia colectiva y la única forma de establecer un frente común. […] Disolver las categorías es reducir la homosexualidad de nuevo a la esfera de lo privado.”

Y no sé vosotres, pero yo al armario no vuelvo.

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